martes, 28 de diciembre de 2010

El ataque de los muertos vivientes...a un taxi


Sí es que nuestra vida es tan ajetreada y a la vez tan surrealista que da para este blog. Aunque no se pueda...

Surrealismo... quizá sea la palabra más eufemística que resuma nuestra convivencia con el atajo de chalados y suicidas en los que se ha convertido el bloque 8 de la calle Capitán Blanco Argibay. Hay que hacer el esfuerzo y seguir contando nuestras vivencias. Seguramente la periodicidad no será la misma pero os aseguro que todo lo escrito es verdad.

Dejemos de lado el blog iniciado para contar nuestra triste vida en los inicios en Madrid, repleta de programas repelentes, parados, yonquis y jubilados obsesos con la televisión (amén de salidas nocturnas en las que entrar en lista era una utopía) para dar paso al maravilloso mundo de nuestra casa, en la que cada vez estamos menos. Nos quitan el territorio la jauría de jubilados, que, día a día y cada vez más, se encargan de recordarnos que 33 es la edad ideal para morir...

De momento, este es mi panorama: vuelta el domingo a Madrid. Retraso en el vuelo y llegada a altas horas de la madrugada a Barajas. Sólo me esperaban taxistas... Puto Ryanair. Además, la escena no podía ser más patética: decenas de pasajeros de un puto vuelo saliendo corriendo del avión y abriéndose paso a codazos para llegar los primeros a coger un taxi. A ver, la idea era llegar a las 12, con metro y esas cosas pero a la hora que llegamos solo había taxis. Y no había para todos... (añade a esta frase un fundido a negro y tenemos el trailer de una peli de miedo de la hostia)

Así que nada más aterrizar el avión y abrirse las puertas, todo el mundo a la carrera. Muy penoso... Ví abuelas que a brincos bajaron la maleta del avión cuando al subir parecían abuelitas adorables y que me pasaron a hostia limpia en nuestra carrera a los taxis. No se escapó ni uno. Lo de menos eran los codazos. Zancadillas, empujones... las maletas iban de lado a lado.

Así, llegamos a la zona de los taxis, empujado por la multitud. Los taxistas, al oler el negocio salieron a recibirnos. Pero, (y juro Dios que esto es verídico) al verse venir de frente con los ojos inyectados en sangre a un atajo de desesperados corrieron de vuelta a refugiarse en los taxis. Como una peli de zombies. Era muy ridiculo ver a la gente saltando vallas y a los taxistas entrando raudos en sus taxis. Patético.

Para pasar mejor el susto, un amable taxista me cobró 25€ por llevarme de vuelta a casa. Eso sí, al menos no perecí en el intento...

A estas horas, alguna ancianita estará en su maldita casa haciendo punto de cruz. Dadle unas rebajas, una Gran Vía en Navidad o alguna otra montonera que veréis al puto demonio en persona... Todas putas menos mi abuela...

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