domingo, 2 de enero de 2011

Año nuevo


¡Feliz año nuevo!

Seguimos disfrutando de la capital, como buenos inmigrantes en Madrid. Aunque el trabajo no nos deje tiempo para hacer turismo, esta ciudad nos da la oportunidad de no aburrirnos.

Seguramente vosotros os comisteis las uvas en vuestra casa, viendo a las chicas mimadas (y mimosas) de Vasile, a la sustituta de Patricia en el Diario de Patricia o a José Mota... Yo no tuve más remedio que ir a la puerta del sol y comerlas con todos a la vez... Realmente nunca me plantee estar una nochevieja allí, pero existía la posibilidad de ir y yo me lo pensé poco.

Hugo se quedó en casa cenando con unos amigos que vinieron de su pueblo, así que me cogí a otro publicista (llámese Álex también) y nos fuimos a cenar en un restaurante y a entrar en el nuevo año como (nuestro) dios manda.

Aunque parezca mentira, no hay tanta gente, yo me agobio más en una tienda en rebajas. La gente muy contenta y feliz, hay buen ambiente, la verdad, aunque el corcho de tu botella de cava caiga muy cerca de un grupo de francesas, no perderán la sonrisa... Eso sí, algún rumano con ganas de bronca sí había...

El momento de las campanadas fue un show. Primero porque nuestras "uvas" eran más pequeñitas, sabían a chocolate y venían en una bolsa amarilla en la que ponía Lacasitos; es lo que tiene buscar uva el 31 de diciembre a las 8 de la tarde. Dejando a un lado ese detalle... aun dudamos si realmente existen esas campanadas, no oímos NADA, señores ¡que no os engañen! las campanadas son extradiegéticas, nos las ponen las televisiones.

Así que entramos en el año nuevo cuando encendieron las luces, un puñado de Lacasitos (todos de una vez) y a abrir otra botella de cava.


4 comentarios:

  1. Te has dejado el incidente internacional (lo de los rumanos) jajaa, pero es secundario sabiendo que las Campanadas no se oyen

    Anónimo Guillén

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  2. para grande tú, Laura!!

    anónimo Guillén, no hubo tal incidente... no llegó la sangre al río... xD

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  3. No llegó la sangre al río ni el sonido de la campana a nuestros oídos. Dammed!

    Anónimo Guillén

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